La Cámara de Proveedores Mineros de Santa Cruz, Capromisa, se ha trazado como objetivo para este año lograr una mayor participación de los comerciantes, pequeños productores y emprendedores locales –sean asociados a la institución o no– en el dinámico negocio minero que se desarrolla en la provincia, que a la fecha cuenta con cuatro minas metalíferas en producción (Cerro Vanguardia, San José 7 Huevos Verdes, Manantial Espejo y Lomada de Leiva) y otras que se irán sumando en los próximos dieciocho meses (Cerro Negro, Don Nicolás, Cerro Moro, Cap Oeste y COSE), además de los múltiples proyectos en mayor o menor proceso de exploración.
Lograr ese objetivo no será fácil, y requerirá no solamente de reuniones y encuentros para diagramar planes de trabajo, capacitaciones y análisis periódicos de cumplimiento de metas, entre otras actividades. El principal desafío será romper la inercia en el sistema de compras de las compañías mineras y prepararse para responder con profesionalismo y eficiencia los altos requerimientos de una industria cada vez más competitiva, invirtiendo para ello tiempo, esfuerzo y compromiso.
Para lograrlo, los directivos de Capromisa están avanzando desde hace ya varios meses en tratativas con las compañías mineras en conjunto, a través de encuentros con Camicruz para abordar compromisos globales, y con cada empresa en particular, para ajustar los detalles particulares de cada emprendimiento, lo que se inició hace pocos días con la sanjulianense Cerro Vanguardia, y continuará a mediados de mes con Manantial Espejo, en Gobernador Gregores.
Reconocer la realidad
El principal avance logrado hasta ahora no es menor, y es haber definido la realidad actual, el punto de partida desde donde se iniciará un proceso que todos esperan que sea positivo.
Ese punto de partida está constituido por un volumen de compras locales mínimas, un sistema de cumplimiento de contratos que debe ser perfeccionado y la convivencia de varios esquemas de compras y nomenclatura de insumos que necesita ser homogeneizado para responder a las necesidades de las compañías con mayor previsibilidad.
Y también alberga un análisis crítico del comportamiento de los sectores interesados, que si se convierte en autocrítica y de allí en aprendizaje, será muy positivo para todos.
Las compañías mineras saben, aunque a veces traten de ocultarlo con los números globales, que el grueso de las compras que realizan fronteras adentro de Santa Cruz está constituido por lo que no podrían comprar afuera, como servicios personales, alojamiento, alquiler de vehículos livianos, servicios de lavandería y varios servicios de mantenimiento, entre otros.
Y también tienen presente que las acciones que supuestamente se han tomado a lo largo de los últimos años para aumentar la participación local en las compras y contrataciones de cada yacimiento, no han tenido prácticamente efecto. De hecho, Cerro Vanguardia, por ejemplo, luego de más de 15 años de producción y dos más de desarrollo del proyecto, no presenta un volumen de compras en el mercado provincial que supere el 10% del total.
Las pymes santacruceñas que se han integrado al negocio minero, por su parte, saben que deben seguir aumentando su inversión en capacitación y en homologación de normas y procesos para proveer a una industria altamente competitiva y con estándares internacionales, y que en muchos casos se trata de una inversión de riesgo, porque lograrlo no les garantiza aumentar las ventas, sino que no sean rechazados antes de cotizar, lo que en los tiempos que corren no es poca cosa.
Capromisa somos todos
Los proveedores mineros locales y sus clientes pueden y deben avanzar en este sentido, pero también debe acompañar el proceso el estado, no porque esté obligado a defender a los empresarios locales en detrimento de los de afuera de Santa Cruz, sino porque es justamente el estado –y nosotros, la sociedad– quien más se beneficiará si la participación del capítulo local en la renta minera aumenta de manera considerable.
Es que los santacruceños escuchamos muchas veces que el camino para el despegue de la provincia era la industrialización y la puesta en valor de nuestros recursos, y a través del tiempo fuimos asistiendo a propuestas que hablaban de que para ello se necesitaba energía, o leyes promocionales, o apoyo crediticio, avales, programas, etcétera. Pero lo que hemos visto es que la energía y las leyes por sí misma no traen ni industrialización ni cambios de ningún tipo, y que explotar nuestros recursos puede ser un proceso que nazca y muera sin que ello implique un cambio de la sociedad.
Para comenzar a cambiar, a mejorar como sociedad y romper el sistema de dependencia estatal en el que estamos inmersos, en suma, para tener futuro, lo que necesitamos es aprovechar las oportunidades y ponerlas a jugar para nosotros. Porque las empresas locales se desarrollan cuando tienen a quien venderle, pero también si se genera un microclima de negocios en el la prioridad sea el emprendedor local.
En otras palabras, no es importante para nosotros como comunidad, lograr que una empresa invierta cifras millonarias en Santa Cruz, sino que lo que nos debe importar es cuánto de esa inversión pasará por manos santacruceñas, que serán las que dejarán en nuestra tierra los sueldos, la reinversión, las ganancias y los impuestos.
Hace ya muchos años, se comenzó a extraer carbón en el sudoeste provincial, y más o menos por la misma época, comenzó el proceso minero en el sector sur de Mendoza. Luego la provincia cuyana se alejó de la minería y nuestra YCF entró en crisis, pero hoy los proveedores mineros mendocinos continúan trabajando en todo el país, y los de la cuenca carbonífera no lograron sobrevivir a las crisis y hasta tuvieron que cambiar de rubro.
Lograr una mayor inserción de los emprendedores locales, entonces, no es un problema de Capromisa, sino que debe ser un compromiso de todos, porque de lo contrario, caeremos, por incapacidad, en la profecía autocumplida de los agoreros que sostienen que la minería se lleva todo y no deja nada.
Por eso es que venimos destacando el camino emprendido por Capromisa, que se inició muy bien, poniendo en negro sobre blanco la realidad en la que están inmersos los proveedores mineros, para poder reconocer así, de la manera más clara, cuál es la realidad.
Y ya lo sabemos: reconocer la realidad es el principio de la esperanza.