Ni a planchar, ni a lavar los platos

Operadoras de mina en San Julián

Si bien uno espera ver bajar a un rudo minero de un camión 777, de una perforadora o un equipo similar, la realidad a veces sorprende. Es que en el yacimiento de Cerro Vanguardia, como en otros tantos del país, no siempre vemos a un musculoso y transpirado obrero descender de la cabina de semejantes máquinas. Por el contrario, aunque parece difícil de intuir, quien comanda  este camión suele ser una joven mujer, que lejos de realizar tareas administrativas o quehaceres domésticos, puede desafiar a unos cuantos conductores a realizar la minuciosa tarea que desempeña en la mina.  Es que este tipo de maquinarias se manejan literalmente, “con un dedo”. Se trata de una tarea que necesita de concentración y de delicadez, dos características que predominan en el sexo femenino.

Este es el caso de Sabrina de Sao Bento (32 años) y de Paola Mendieta (31 años), ambas residentes en la pintoresca localidad de Puerto San Julián, ubica da a unos 150 kilómetros  del yacimiento que explota la sociedad formada por AngloGold Ashanti y Fomicruz.

Ambas coinciden en que es un trabajo que les gusta y que las saca de la rutina de los quehaceres domésticos o de un empleo en la administración pública, ubicándolas en un lugar diferente laboralmente al de sus pares, que ostentan tacos o uñas pintadas. Sin embargo, tras los hoscos elementos de seguridad que requieren para laborear, se vislumbra su femineidad. Sabrina aún no tienen hijos, pero están en sus planes. Paola, tiene dos chicos de 13 y de 4 años, que esperan ansiosos los días en los que vuelve al pueblo. Las dos, tienen un régimen de trabajo de siete por siete y están muy conformes con el sistema y con sus ingresos.

Durante una breve charla, Sabrina, una de las empleadas más antiguas en la empresa cuenta cuál es su trabajo. “Soy  operadora minera, es decir manejo camiones 773, 777, motoniveladoras, retroexcavadoras, cargadoras, etc. Antes era niñera”, dice jocosamente. Es que no es lo mismo atender a un chico de corta edad que comandar un gigantesco rodado de 5 metros de alto por casi 10 de largo, que puede cargar hasta 90 toneladas o 60 metros cúbicos de material. Aunque el esfuerzo sea similar.

“Cuando escuché que Vanguardia iba a tomar mujeres sin experiencia, sólo que sepan manejar, presenté un curriculum y fui llamada a una entrevista. Me aceptaron, pero debí realizar muchas capacitaciones y recibir mucha instrucción. Éramos un grupo de 8 chicas que entramos para empezar de cero, sin saber nada”, cuenta.

La joven recuerda que “la primera vez que me senté en un camión, el 773, me temblaban las piernas, creí que no iba a poder porque  los veía muy grandes. Sin embargo no fue tan difícil, ya que no hace falta fuerza física para manejar los equipos, la dirección la manejas con un dedo, sólo se necesita concentración, estar atento a las cosas que hacés”.

“En lo personal, fue un buen negocio. Primero fue un reto, quería probar si era capaz. Hoy me encanta lo que hago y me gustaría seguir. Hoy por hoy no tengo hijos, a diferencia de otras compañeras que si los tienen. Dejarlos por siete días debe ser difícil, pero es un sacrificio que vale la pena. Recomiendo este trabajo a todas las chicas que se atreven. Hay que acostumbrarse, es como el que tiene que levantarse de lunes a viernes”, consideró.

Por su parte, Paola Mendieta, quien también se desempeña como operadora minera, tiene una experiencia similar. “Antes de entrar a Vanguardia era empleada municipal, en el área de Deportes. Pero era un trabajo al que le faltaba acción. Tendría que haber nacido hombre porque me gustan más los trabajos complicados”, dijo en tono de broma.

“Llegué a la empresa a través de un comunicado, donde anunciaban que iban a tomar gente y que debían presentarse en la Municipalidad. Fui la primera en estar ahí y me tomaron. Sólo sabía manejar autos. La adaptación fue tranquila, nos capacitaron durante tres meses hasta que comenzamos a trabajar. Primero estuve en la retroexcavadora y después en las perforadoras. Ahora maneja  inmensos camiones que hacen que las personas se vean como minúsculos referentes a su lado.

Paola, a pesar de que trabaja cómoda y gustosa tiene otras prioridades. Es madre de dos  niños, y gracias a su trabajo a podido darles un mejor bienestar económico. Afortunadamente, cuenta con el apoyo de sus padres que “son de fierro y me ayudan mucho”, sostuvo.

“Cuando se presentan problemas familiares, mis compañeros y mis jefes me ayudan mucho. Cuando nació mi segundo hijo renuncié. Fue la mejor decisión, porque cuando quise volver fui, hablé y me tomaron. A veces es duro, porque el más chico queda llorando, pero cuando vuelvo no me deja ni respirar.  Esta es una realidad que vivimos todas las mujeres que trabajamos, pero tenemos que hacerlo. Este trabajo me encanta y lo pude adaptar a la familia. Voy contenta a trabajar pesar de que tengo que dejar los chicos”, concluyó.