De marcos regulatorios, nuevos impuestos y repartos injustos

Qué somos, qué seremos

Ahora que se suceden en la Legislatura local los proyectos para aumentar la contribución impositiva de las mineras –mediante asociación compulsiva, cánones extraordinarios y otras propuestas– es bueno repasar algunos conceptos.

La minería paga impuestos como cualquier otro sector, ya lo hemos dicho. De hecho, Argentina tiene mayor carga tributaria que, por ejemplo, en Australia (34,4%), Sudáfrica (40,6%), Chile 43% con el nuevo impuesto tras el terremoto), Arizona, EE.UU. (44,8%) y Perú (35,3%). A nivel nacional, la minería paga el 52% cuando produce metal doré, y el 57% si exporta concentrado de plata.
Como sucede con muchas actividades productivas de riesgo, la minería necesita incentivos para desarrollarse. En el caso del país, esos incentivos se aplican en la etapa de prospección y exploración, es decir, cuando todo es inversión y no se sabe si se producirán ganancias. El promedio nacional indica que solamente el 3% de las propiedades mineras exploradas, finalizarán en una mina en producción.
Es en esa etapa –y solamente allí– donde se aplican las exenciones impositivas, en tanto que, a partir del momento en que se comienza a producir, lo que se aplica es un sistema de estabilidad fiscal, por el cual se mantendrán, por un período de 30 años, los mismos impuestos y alícuotas vigentes al inicio, ni un impuesto más, ni uno menos.
El fundamento de esa estabilidad se encuentra en que la inversión en explorar, construir y desarrollar la mina, se amortiza luego de transcurrido un 50% de la vida útil del emprendimiento, y se debe contar con un escenario previsible para decidir enfrentar la inversión.
Los incentivos que se aplican en Argentina no son distintos de otros países, e incluso, en muchos casos, son menores. Chile, Colombia o Perú, por caso, también tienen estabilidad fiscal por treinta años. Australia, Bolivia, Canadá o Sudáfrica, entre otros, permiten la doble deducción de lo invertido en exploración, con lo que se fomenta el mayor conocimiento posible de la riqueza mineral del país. Y la amortización acelerada de bienes de capital y de uso, también es aplicada en Brasil, India o México.
Las provincias donde se asientan los proyectos mineros cobran hasta un 3% del mineral extraído en concepto de regalías, una retención que en el mundo solamente se aplica en 12 de los 75 países considerados mineros. En ese grupo, los porcentajes son similares a los argentinos.

La plata está

La minería paga las mismas ganancias que cualquier otra actividad, el 35%, aunque hay algunos emprendimientos más antiguos que, por la mencionada estabilidad fiscal, abonan el 30%. Por supuesto, y como todas las demás actividades, tiene la posibilidad de hacer deducciones según las disposiciones de la ley.
En el ejercicio fiscal 2008, Minera Aguilar, Minera Alumbrera, Cerro Vanguardia y Veladero sumadas aportaron en impuestos nacionales, 1.264,2 millones de pesos. En 2009, la minería representaba el 4% del PBI argentino, y psdó en 2010 al 4,5%.
En ese año, produjo por 27.286 millones de pesos, exportó por 13.822 millones e invirtió por 10.852 millones.
La mina de cobre más grande del país, Alumbrera, aportó en 2010 a la economía nacional 4.000 millones de pesos en impuestos a las ganancias, retenciones y compra de insumos y servicios nacionales, de los cuales 1.135 millones quedan en la provincia de origen (fundamentalmente, en proveedores y mano de obra) y 2.800 millones van a la Nación. En el mismo período, pagó regalías provinciales por 140 millones de pesos.
Ahora bien. Frente a estas cifras, está claro que el problema central no es cuánto paga, sino quiénes se benefician.
La minería no necesita pagar más, sino que lo que paga se distribuya mejor. Y su impacto económico no puede limitarse a contar cuánto dinero queda en las arcas estatales, sino cuánto y cómo moviliza la economía allí donde impacta. Cualquiera que haya visitado San Julián, Gregores o Perito Moreno diez años atrás y en los últimos meses, podrá dar testimonio de su impronta en el desarrollo y crecimiento de las comunidades.

Mirar hacia otro lado

Si Santa Cruz se define como una provincia minera –y mal que le pese lo ha sido desde hace muchos años, con altibajos, desde que el carbón se empezó a explotar, al igual que los hidrocarburos y las canteras–, es lógico que cuente con una verdadera ley integral minera, que fije pautas, formas de operar y fije reglas claras para la ocupación de empleo local, aplicación de compre provincial y aporte al desarrollo comunitario. Estas son cuestiones de política de estado que no deben estar ausentes, ni mucho menos quedar a la libre decisión de las compañías.
Pero no se debe confundir la cuestión, pretendiendo plantear marcos de regulación donde todo se deja de lado y lo único que importa es aumentar la recaudación, fijando nuevos impuestos, cánones o asociaciones compulsivas a la minera estatal, porque se rompe el punto de equilibrio, y muchos yacimientos que podrían explotarse, pasarán a ser lisa y llanamente no rentables.

Qué somos, qué seremos

Santa Cruz necesita urgentemente mejorar sus ingresos –y de paso, aprender a administrarlos mejor, para no seguir cayendo en cíclicas crisis–, pero el camino correcto no es aumentar la presión a los que producen, sino luchar por un reparto más equitativo. Y de paso, ya que se discuten perfiles, definir a qué tipo de provincia se apunta, y aunar criterios en ese sentido, porque el mismo estado que está buscando hoy aumentar impuestos a la producción, hace apenas un año sancionó una ley por la que le quita impuestos y le otorga enormes beneficios a las empresas que quieran radicarse, sean industrias o un supermercado que vende el 100% de sus productos manufacturados más allá del Ramón Santos.
A pesar de este régimen de incentivos, la Argentina sigue por detrás de otros países en términos de incentivo de inversiones, y viene cayendo en los rankings como país atractivo para inversiones mineras. Luego de la sanción de la Ley de Inversiones Mineras, en 1999, ocupó el sexto lugar del Fraser Institute de Canadá, que mide el atractivo minero de 71 países. Una década más tarde, en 2009, había descendido al puesto 56º, debido al aumento de la carga impositiva y el avance de prohibiciones territoriales. Hoy, los países más atractivos son Canadá, Estados Unidos, Chile, Suecia, Perú y Brasil.
Se calcula que solamente el 5% del planeta ha sido explorado en profundidad. Países como Chile, Perú o Canadá, con décadas de minería, registran mucha más inversión en exploración que Argentina.
Con ese panorama, muy al contrario de lo que muchos detractores sostienen, si las condiciones no están dadas, los inversores mirarán otros países o regiones, porque la riqueza que hay en nuestro subsuelo no es única ni exclusiva, y bien se puede producir en otros lugares a la espera de que aquí cambien las condiciones.