Versatilidad y adaptación
El desarrollo de la actividad minera ha traído aparejada la posibilidad de inserción de cientos de pequeñas y medianas empresas en una industria pujante y altamente competitiva. La clave para aprovechar ese auge está en la versatilidad y en la capacidad que demuestran los proveedores locales, para adaptarse a las nuevas exigencias.
El desarrollo de la actividad minera en Argentina generó la creación de nuevas empresas y la reconversión de otras, para proveer de bienes y servicios a una industria que, hasta hace menos de dos décadas, era prácticamente inexistente, ya que se trataba de explotación de canteras, calizas para la industria del cemento y las minas estatales de hierro y carbón.
Merced a las necesidades de cubrir las demandas que la metalminería produjo, y a caballo del reclamo de los gobiernos locales, para tratar de que las cuantiosas cifras que vuelca la actividad en estos rubros, se quedara en las mismas localidades, hoy se cuenta con más de 2.500 empresas proveedoras de bienes y servicios locales, la gran mayoría de las cuales son pymes o minipymes.
El 54% de esa cifra corresponde a pequeñas y medianas empresas que proveen los servicios con mayor especialización, esto es, bienes, insumos y servicios específicos para la exploración y producción; en tanto que el 46% restante corresponde a servicios generales, tales como vigilancia, alimentación, transporte, salud, etc.
Anclaje nacional
Para tener una idea del volumen económico que se mueve en torno a los servicios para la industria minera, sólo tres emprendimientos de clase mundial –Veladero en San Juan, Cerro Vanguardia en Santa Cruz y La Alumbrera en Catamarca– vuelcan anualmente más de 5.000 millones de pesos en la contratación de bienes y servicios a pequeñas y medianas empresas locales.
Este crecimiento del sector de proveedores nacionales aporta al país, a su vez, la sustitución de importaciones, con el consiguiente impacto positivo en la balanza de pagos y, lo que es más importante, los impuestos que se devengan, los salarios que se abonan y las ganancias, quedan en Argentina y se gastan, la mayoría de las veces, en los mismos circuitos locales. Esta es la clave por la cual las cámaras de proveedores mineros integran las mesas de homologación de importaciones, que actúan como filtros que impulsan el reemplazo por producción local, estructuras a las que recientemente fue invitada a sumarse Capromisa, la organización de Santa Cruz.
El creciente grado de profesionalismo de las exploradoras y productoras mineras, y el cumplimiento de estándares internacionales a que se ven obligadas, hace que las empresas exijan a sus proveedores los mismos niveles de gestión de la calidad, tanto en el manejo de su personal como en la seguridad y el cuidado del medio ambiente, lo que posiciona a muchas de estas pymes para competir en otros países en igualdad de condiciones.
Muestra de esos niveles de exigencia es que una gran cantidad de pequeñas empresas santacruceñas, cuentan con certificaciones ISO y DNV, habiendo sido muchas de ellas las primeras del país en lograrlas en sus respectivos rubros.
En Santa Cruz, Cerro Negro ha iniciado la puesta en marcha de su proyecto minero. La construcción de la planta y sus obras conexas demandan la participación de más de 500 pymes locales y nacionales.
Igual situación, aunque en menor escala, se vive con Cerro Moro, cerca de Puerto Deseado, que opera Extorre, y el proyecto COSE (de Patagonia Gold), que inició la construcción de rampas e instalaciones.
La importancia de la versatilidad
El escenario minero actual ha incrementado significativamente la demanda local de bienes y servicios, y consolidó la tendencia creciente de nuevos proveedores que se suman al proceso, permitiendo que hoy la incidencia en el mercado laboral sea más del doble que hace tan solo cuatro años.
Pero este panorama alentador para las pequeñas y medianas empresas, exige a su vez no solamente capacidad para prestar los servicios requeridos, sino además hacerlo de acuerdo a estándares de excelencia, y demostrar la suficiente solvencia como para aprender a pasos agigantados, conformar estructuras ágiles y permeables a los cambios, e invertir en capacitación.
La experiencia ganada por muchas empresas locales al amparo de la actividad petrolera, es un valor agregado nada desdeñable, pero se necesita adecuar métodos y sistemas de prestación, para enfrentar los desafíos de una industria que en poco se parece, aunque desarrolle su actividad en territorios similares.
Cuando se trata de proyectos de gran envergadura –como la construcción de toda una planta de proceso–, los prestadores locales se encuentran en desventaja con respecto a las grandes constructoras nacionales e internacionales, por lo cual sus responsables deben contar además con la sabiduría para lograr alianzas estratégicas con sus pares de la región, de manera de poder contar con una masa crítica que les permita jugar en las categorías más altas.
Para aprovechar el espacio, se requiere una versatilidad, decisión y, fundamentalmente, capacidad para enfrentar los desafíos que plantea una industria muy competitiva y altamente exigente.