13 años de producción metalminera en Santa Cruz

¿Y el Apocalipsis?
Continuamos en esta tercera entrega, analizando los contrastes entre los vaticinios de quienes se oponen a la minería, con los resultados que se exhiben en la zona central de Santa Cruz, tras 13 años de producción del yacimiento de oro y plata Cerro Vanguardia.

(por Roberto Mendoza especial para La Opinión Austral)

Como ya dijimos en las dos entregas anteriores, el 13º aniversario de producción de oro y plata de la minera santacruceña Cerro Vanguardia (situada a 150 kilómetros al noroeste de Puerto San Julián, en el productivo Macizo del Deseado) es un buen motivo para comparar los resultados y consecuencias –reales, visibles y medibles– producido tras ese lapso, y compararlos con lo que las voces antimineras anunciaban que sucedería luego de una década de explotación.
En la entrega anterior, abordamos analizamos el impacto en flora, fauna y paisaje, y el uso y manejo del cianuro. Hoy nos abocaremos a la cuestión del impacto económico presente y futuro.

La plata que va y viene

Una crítica habitualmente reproducida en distintos medios es que las empresas mineras se llevan todo y no dejan nada, e incluso algunos temerarios advierten que se les paga para que produzcan.
La industria minera –al igual que muchas otras actividades productivas– está exenta de impuesto a las ganancias y algunos otros gravámenes, mientras realiza las actividades de exploración, es decir, durante la etapa en que se realiza la inversión de riesgo, para cuantificar un yacimiento y establecer si es factible de entrar en producción. Esto es así por cuanto, durante ese período, la compañía no produce nada, sino que todo es inversión.
Pero una vez que se entra en producción, las mineras en general pagan todos los impuestos y gravámenes, tales como IVA, Ganancias, al patrimonio, al cheque, combustibles, patente automotor, inmobiliario, ingresos brutos, etc.
Fuera de la masa impositiva, también pagan hasta un 3% de regalías sobre el valor boca mina del mineral (valor del mineral menos gastos), que reciben las provincias donde está emplazado el yacimiento.
En total, la minería paga poco más de un tercio de su facturación, que representa en promedio el 58% de las ganancias. De ese total, menos del 10% queda en Santa Cruz, a través de regalías, ingresos brutos y coparticipación de impuestos.
Cerro Vanguardia, por ejemplo, abonó el año pasado 147,7 millones de pesos en concepto de Ganancias (neto), y 10,62 millones de tasas municipales, sellos y otros. En su caso particular, abonó en igual período 91 millones de pesos a la minera estatal provincial Fomicruz, en concepto de dividendos y usufructo.
La minería tiene una ley específica que, entre otras cuestiones, determina un régimen de estabilidad fiscal por 30 años. Tal premisa está basada en que en virtud del tiempo que transcurre entre la inversión, la producción y la toma de ganancias, es necesario contar con un sistema impositivo estable, que no haga variar la ecuación económica del proyecto, ni para bien ni para mal.
Por tal motivo, más allá de acuerdos particulares de cada compañía que ya se encuentra produciendo, los cambios que se realicen sobre la carga impositiva a la actividad –como por ejemplo, la suba del porcentual de regalías o la forma de calcularlas– impactarán en los proyectos que se pongan en producción una vez sancionadas las respectivas normas.

Impacto que impacta

Ya lo hemos escuchado: las mineras llegan, prometen trabajo y grandes compras, y cuando el negocio ya no es rentable, se van dejando el pasivo ambiental.
A lo largo de la historia argentina hubo algunos casos así, protagonizados casi siempre por empresas dependientes del Estado, y antes de que existieran las leyes actuales, los métodos mineros modernos y la conciencia ambiental. Sierra Grande –que, por suerte, volvió a ponerse en marcha– y las viejas minas de uranio abandonadas son ejemplos de ello. Pero eso ya no ocurre.
Cuando Cerro Vanguardia presentó su estudio de impacto ambiental y sometió a audiencia pública los contenidos del mismo y el proyecto, allá por la segunda mitad de la década de 1990, se planteó una inversión de 150 millones de dólares, una planta de personal permanente de 600 puestos directos y 300 indirectos (prometiendo que más del 50% tendría residencia en Santa Cruz), y una vida útil de 8 años, que se esperaba extender a 10 o 12 con el resultado de futuras exploraciones.
Nada de eso se cumplió: el yacimiento lleva 13 años de producción y ha anunciado que continuará por 8 ó 9 años más. En todo el período, se han invertido 714 millones de pesos y se proyecta desembolsar otros 720 millones en los próximos cuatro años. En la compañía trabajan hoy 1.070 empleados directos y 400 de contratistas. De la suma de ellos, más del 90% reside en Santa Cruz.
En cuanto a los proveedores locales, la cifra abonada viene creciendo anualmente. Como ejemplo, en 2008 Cerro Vanguardia gastó en bienes e insumos provistos por firmas de Santa Cruz, 18 millones de pesos, en tanto que en 2010, la cifra se duplicó, alcanzando los 39 millones.
El proceso productivo no se detuvo nunca, ni siquiera cuando el precio del oro bajó a menos de la mitad del valor que tenía en 1996, cuando se presentó el estudio de factibilidad, ni cuando, por distintos motivos, el costo de producción de cada onza de oro era ligeramente superior al valor de venta.
Los accionistas de AngloGold Ashanti, la socia mayoritaria y operadora del proyecto, recién comenzaron a recuperar la inversión diez años después de iniciado el proceso, es decir, en el 2008, y aún no han terminado de hacerlo.
Tras la erupción del volcán Hudson, en agosto de 1991, la zona centro de Santa Cruz, sometida a un duro proceso de desertificación por la explotación ovina intensiva y la falta de políticas ambientales orientadas a una producción sustentable, estaba al borde de la desaparición, en términos productivos.
En el censo nacional de 1991, San Julián contaba con 5.114 habitantes, en tanto que en el de 2001, se contabilizaron 6.143, es decir, un crecimiento poblacional del 20,1% en 10 años. En igual período, la población de Santa Cruz había crecido un 23,2%.
En el último censo, el de 2010, con la influencia de la minería en forma continua por ya 12 años, en San Julián se contabilizaron 8.933 vecinos, lo que significó un crecimiento, en 9 años, del 45,4%. En igual lapso, Santa Cruz había crecido un 38,3%.

En la próxima entrega, nos enfocaremos en la temática del desarrollo sustentable y la responsabilidad social empresaria. Hasta entonces.